jueves, 11 de noviembre de 2021

La basura y los costos verdaderos

 


El plástico no se degrada fácilmente; se acumula en el mar, se desintegra en micropartículas, se incorpora en la dieta de los peces, en las aves que devoran a esos peces y en los mamíferos que devoran a esas aves... La contaminación se hace visible cuando se forman enormes manchas en el mar, pero se vuelve patética cuando nos comemos el plástico que tiramos. 

Para escapar a nuestra dependencia del plástico iniciamos la búsqueda de artículos sustitutos. Uno de ellos es la botella de algas y será nuestro ejemplo particular dentro del fenómeno general que vamos a describir.

La pregunta es simple: si ya tenemos botellas biodegradables ¿por qué no las utiliza la industria? Hay varios problemas relativos a la funcionalidad y la estética del producto, pero el factor determinante es el precio: Las botellas de algas son más caras que las de plástico... ¿o no?

El ciclo de vida de una botella comienza cuando los materiales se extraen de la naturaleza y termina cuando reingresan a ella. El costo real del producto debe calcularse entonces desde que comienza la extracción hasta que los distintos componentes se reintegran. Como sabemos, mucho antes de que termine el ciclo, se obtiene el producto terminado, el objeto que se puede vender, la botella. 

Comparar el costo de la botella de algas contra el costo de la botella de plástico debería consistir en comparar el ciclo completo de cada botella, desde que las substancias salen de la tierra hasta que la naturaleza las degrada. La trampa consiste en comparar solo los costos de  la mitad del ciclo, desde que se extraen los materiales hasta que se obtiene el producto a vender, y desestimar los costos de desintegración. La botella de plástico es barata hasta su venta y costosa luego, hasta su desintegración; la botella de algas es costosa hasta su venta y barata desde allí  hasta su desintegración. El error consiste en evaluar solo la mitad del ciclo, donde la botella de plástico es más barata que la de algas, en lugar de comparar el ciclo completo. 

Cuando el mundo era grande grande y la humanidad era chiquita chiquita, los residuos se descartaban sin más, como hace un mono con una cáscara de banana. Ahora somos muchos y los límites de la naturaleza se hacen evidentes. Aquellas prácticas económicas que desestimaban el cálculo de la segunda mitad del ciclo nos conducen a acumular basura y por lo tanto no son sustentables a largo plazo.

No es fácil evaluar el costo de degradación, desde que el producto se vende hasta que la naturaleza recupera sus materiales. Algunos estados establecen impuestos para financiar ese costo oculto, pero esos impuestos nunca son justos, no expresan la verdadera relación de precios que nos haría preferir la botella de algas, generalmente no se utilizan para lo previsto y cuando se intentan utilizar, no alcanzan.

No poder calcular con nitidez los costos de degradación no es equivalente a que esos costos no existan. Es imposible que el mercado resuelva los problemas si no puede ver la mitad de los costos.

Cuando el fenómeno se agranda se transforma en un problema. Y no se trata solo de los residuos sólidos; la basura que emitimos al aire ya está cambiando el clima del planeta. 

Las civilizaciones que desconocen la contaminación que generan no son adaptativas. A largo plazo aprenden o se extinguen. Tomemos nota.


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Single mask on grass and dirt. ( Alisa Singer ) La mejor forma de evaluar el presente de nuestra civilización es comprendiendo cómo ha varia...