Los estados nacionales no existen. No es una fantasía pensar que no existen. Es una fantasía pensar que existen. Las líneas que dividen a las naciones son imaginarias, solo están en nuestra mente porque así nos han enseñado de niños. No hay ninguna raya entre Argentina y Chile. Además de ser imaginarias, son rayas fugaces porque no estaban allí hace 500 años, mientras nuestra especie tiene 200.000 y el género humano unos dos millones y medio de años.
El mundo es estable porque existe; las fronteras nacionales son inestables porque no existen.
Además de ser un credo, imaginar estados nacionales resulta muy incómodo. Todos los aspectos que hacen perdurable a nuestro mundo deben ser acordados entre los estados nacionales. Acordamos no usar armas de destrucción masiva, pero las seguimos desarrollando; acordamos reducir las emisiones de CO2 pero lo seguimos emitiendo; acordamos limitar el plástico circulante pero no hemos hecho nada para lograr el acuerdo. Las partes son imaginarias; los acuerdos entre las partes son inestables y mientras duran, no se cumplen.
Para poder avanzar hacia un mundo estable y perdurable, necesitamos reconocer el carácter imaginario de los estados nacionales.
Como no existen los estados nacionales, no existen las nacionalidades. Hay una sola especie tecnológica y una sola raza. Nuestras diferencias son solo variaciones dentro de la misma raza de la misma especie. La discriminación racial es absurda porque no existen las razas. Desde el punto de vista científico, solo existe la raza humana. Todo lo demás es un invento.
Para poder avanzar hacia un mundo estable y perdurable, necesitamos reconocer el carácter imaginario de los nacionalismos.
La economía privada no es sustentable
El déficit ecológico es una de las razones por las cuales no somos sustentables, y la economía privada es el principal obstáculo para resolver el déficit ecológico. Nos damos cuenta cuando intentamos resolverlo. No podemos reducir las emisiones de CO2 porque existen intereses económicos que lo impiden. No podemos abandonar el consumo de plásticos porque existen intereses económicos que lo impiden; no podemos reducir el consumo de agrotóxicos porque existen intereses económicos que lo impiden. No pensemos en grandes corporaciones, estos intereses a veces son los suyos y los míos.
La naturaleza nos fuerza a desarrollar tecnología para ser más eficientes, para hacer lo mismo utilizando menos recursos, pero la economía privada utiliza a la tecnología para ser más rentables. Sería maravilloso que un mundo más rentable fuera también más perdurable, pero esto no es así. La pugna tecnológica por la rentabilidad impulsa el crecimiento. Pero el crecimiento nos está matando al ser responsable del déficit ecológico. No podemos utilizar un mundo y medio cuando solo tenemos uno. Debemos usar medio. Necesitamos tecnología para ser más eficientes y la economía privada financia tecnología para ser más rentables.
La economía privada sostiene un mundo rentable pero fugaz. Cuando su fugacidad se haga notar, dejará de funcionar como un auto viejo.
Existen muchos individuos que tendrán dificultades para adaptarse al abandono de la economía privada; pero no existe ninguna adaptación estable que viole la libertad individual. O bien la humanidad adopta libremente un modelo económico que no se soporte en la rentabilidad privada o bien abraza libremente un modelo no sustentable. Nada impuesto será estable. La libertad de los individuos es una condición necesaria para la perdurabilidad.